Vine a Lima porque me dijeron que acá vivía mi perra, una tal Luna. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verla en cuanto ella se fuera de viaje. Le apreté sus manos diciendo que lo haría, pues ella estaba por irse y yo en un plan de prometerlo todo para que se vaya. "No dejes de ir a visitarla -me gritó. Anda por este lado y por este otro. Estoy segura de que la encontrarás y moverá la cola al verte." Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, pues me encantan los perros, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que ella ya había cruzado la puerta.
(Reescrito de Pedro Páramo de Juan Rulfo)
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